Podrían alimentar el mundo o al menos a una buena parte. Millones de hectáreas de valiosas tierras fértiles están en barbecho en Europa del Este y en la antigua Unión Soviética.
Desde el colapso de comunismo, aproximadamente en 23 millones de hectáreas de tierras cultivables, (un área casi del tamaño del Reino Unido), cultivan malas hierbas. Con el ascenso del 118% del precio mundial del trigo en un año, se esperaría que estos países hubieran aumentado su superficie de cultivo, sin embargo, hay un problema. Ambos países han erigido barreras de exportación para afianzar sus reservas de alimentos y contener la inflación de precios.
En Londres esta semana, el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo junto con la FAO han pedido a estos países menos proteccionismo y más inversión.
Al mismo tiempo que aumentan los precios de los alimentos en el mundo (la ONU estima que aumentaron 40% en menos de un año), los gobiernos que alguna vez se preocuparon de la necesidad de subvencionar a sus agricultores y de protegerlos de las importaciones baratas, ahora almacenan la comida. Las tarifas arancelarias siguen estando altas pero se utilizan de una forma diferente, en lugar de no dejar pasar alimentos baratos, tratan de guardárselos.
Esto no tiene sentido económicamente, sin embargo tiene sentido político para gobiernos débiles y por eso las conversaciones comerciales de Doha todavía se siguen negociando en Ginebra. La iniciativa que comenzó en Doha en 2001, intentaba bajar las barreras del comercio mundial para beneficiar a los países más pobres, por lo que las conversaciones se centraron específicamente en la agricultura.
El tema principal era la reducción de tarifas en las importaciones agrícolas y en los subsidios que se dan a los agricultores en los EE.UU, la Unión Europea y otros países ricos, como Japón, Suiza y Corea del Sur. Ante esto, sólo ha habido un poco de progreso, en particular en Bruselas, en donde la Unión Europea ha ofrecido reducciones sustanciales de sus tarifas agrícolas.
Desde el colapso de comunismo, aproximadamente en 23 millones de hectáreas de tierras cultivables, (un área casi del tamaño del Reino Unido), cultivan malas hierbas. Con el ascenso del 118% del precio mundial del trigo en un año, se esperaría que estos países hubieran aumentado su superficie de cultivo, sin embargo, hay un problema. Ambos países han erigido barreras de exportación para afianzar sus reservas de alimentos y contener la inflación de precios.
En Londres esta semana, el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo junto con la FAO han pedido a estos países menos proteccionismo y más inversión.
Al mismo tiempo que aumentan los precios de los alimentos en el mundo (la ONU estima que aumentaron 40% en menos de un año), los gobiernos que alguna vez se preocuparon de la necesidad de subvencionar a sus agricultores y de protegerlos de las importaciones baratas, ahora almacenan la comida. Las tarifas arancelarias siguen estando altas pero se utilizan de una forma diferente, en lugar de no dejar pasar alimentos baratos, tratan de guardárselos.
Esto no tiene sentido económicamente, sin embargo tiene sentido político para gobiernos débiles y por eso las conversaciones comerciales de Doha todavía se siguen negociando en Ginebra. La iniciativa que comenzó en Doha en 2001, intentaba bajar las barreras del comercio mundial para beneficiar a los países más pobres, por lo que las conversaciones se centraron específicamente en la agricultura.
El tema principal era la reducción de tarifas en las importaciones agrícolas y en los subsidios que se dan a los agricultores en los EE.UU, la Unión Europea y otros países ricos, como Japón, Suiza y Corea del Sur. Ante esto, sólo ha habido un poco de progreso, en particular en Bruselas, en donde la Unión Europea ha ofrecido reducciones sustanciales de sus tarifas agrícolas.