martes, 22 de abril de 2008

Sin tetas nunca hubo paraíso

Esas cuevas son testigo del alumbramiento de muchos herreños que hoy en día viven tanto en canarias como en Venezuela o en cualquier lugar. Las mujeres herreñas parían en el campo trabajando, pero con la anemia y las hambrunas se quedaban sin leche para amamantar a sus hijos. Los niños estaban desnutridos y la única esperaza era la teta de una cabra o una oveja. Ese era el pequeño paraíso de una familia, de una madre, de un padre... En el paraíso sin el hambre de unos hijos, gracias al préstamo de una teta caprina.
Las alopecias eran muy acusadas debido a la desnutrición y con los pelos caídos se sellaban las grietas de las paredes para atajar el frio. Los chiqueros de los cochinos en El Hierro entraban en complicidad arquitectónica con los retretes. Una canal era el trayecto que separaba los detritos humanos de nuestro manjar más preciado: los cochinos negros.
Conocer nuestras miserias como pueblo no suponen añorarlas, por muy recientes que esta sean. En las cuevas de La Dehesa vivieron herreños que hoy tienen poco más de 40 años. Gracias a las tetas de cabras u ovejas han sobrevivido muchas generaciones de canarios (y viven aún) y han podido estudiar muchos más. También gracias al gofio y al suero que comieron. Pero no menos verdad es que también fueron las arepas la comida que el venezolano humilde compartió con el isleño hambriento.